martes, 12 de febrero de 2013

Oración al Santísimo Sacramento del Altar

Oración al Santísimo Sacramento del Altar 

Tan grande la grandeza de lo que es el Sacramento de la Eucaristía que siempre es difícil encontrar una definición adecuada, a pesar de todo Nuestra Madre la Iglesia nos da la mejor para expresar esa maravillosa realidad contenida en nuestros Sagrarios: la hostia representada el mismo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Dice el Derecho Canónico “El Sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo Nuestro Señor, es la Santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio Eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el Sacrifico de la cruz, es el cúlmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se lleva a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así, pues, los demás sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la santísima Eucaristía y a ella se ordenan”. La Iglesia con todo su poder y autoridad afirma algo que la Tradición y el Magisterio de la Iglesia siempre han enseñado, así como toda la vida multisecular de los cristianos han vivido: que la Eucaristía es el Sacramento más augusto ya que en él se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo Nuestro Señor. La Iglesia vive gracias a la Eucaristía, sin la Eucaristía podríamos decir que la Iglesia no tendría razón de ser. A la hora de hablar de la Eucaristía distinguimos entre la celebración: la Santa Misa que es el mismo Sacrificio del Calvario, pero sin derramamiento de Sangre. Cada vez que se celebra la Santa Misa se vuelve a repetir y a renovar el Sacrificio del Calvario, por eso la Santa Misa tiene un valor infinito. Si pudiéramos “entender” algo de esta gran realidad nos quedaríamos verdaderamente impresionados, al sacerdote cuando celebrar le “temblarían las piernas” (como ha sucedido en la vida del algunos santos). En la Santa Misa se confecciona el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. La segunda distinción está en la Presencia del Señor en las especies del pan y del vino, pan y vino “fruto de la tierra, de la vid y del trabajo del hombre” que se presenta en el ofertorio de la Santa Misa y que en la consagración por las palabras del sacerdote se convierten en el mismo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo; siendo alimento del alma, necesario para vivir en gracia y para la salvación. Después de la Santa Misa queda en nuestros Sagrarios para la adoración, la alabanza, la petición, así se cumplen las palabras del Señor: “Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. No encuentro palabras para dar gracias al Señor por esta admirable presencia, por este gran regalo que el Señor nos hizo y que es tan ignorado por los hombres. La Eucaristía, como nos dice la Iglesia, es el cúlmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, todo en la Iglesia tiene que tener su fuente y su fin en el Sacramento Admirable. La Eucaristía realiza la unidad del pueblo de Dios. Todos los católicos de la tierra estamos estrechamente unidos en la Comunión, en el Cuerpo de Cristo que recibimos cada día. Es algo maravilloso el saber que estamos perfectamente unidos (porque la Eucaristía) es lo que más nos une, tanto al Papa, como al último y más humilde sacerdote de la Iglesia; al monje Benedictino más fervoroso, como al laico más comprometido; al joven deportista como al anciano enfermo… Sería muy bueno que se potenciara otra vez la Adoración al Santísimo Sacramento en el Sagrario y también en la Custodia solemnemente Expuesto. Todos hemos comprobado en la historia de la Iglesia el bien que la Adoración pública a la Eucaristía ha hecho.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vestimenta de los hombres

Vestimenta de los hombres
Camisa, pantalón y medias rojas, máscara y alpargatas. Llevan una cruz de palma bendita, el rosario y la medalla del Santísimo, que por ser difícil de conseguir se sustituye por otra medalla de una imagen religiosa cristiana. Llevan en una mano una maraca en forma de diablo y en la otra un látigo